La guerra de los Cuadernos

No nos confundamos. El espartano cuaderno cuadrículado ganó muchas batallas, pero la Guerra la ganó el bando de los multiasignatura.

A nadie le suenan ya a novedad; pues llevan décadas con nosotros. Son los llamados cuadernos para asignaturas. Sí, esos con un recuadro para anotar el título del tema en la parte superior de cada página. Un espacio que, por otra parte, ¿cuántas personas usan realmente? Una banda o recuadro de color en su perímetro completan la decoración de la hoja. Sus hojas son microperforadas y cuatro taladros las atraviesan de tapa a tapa.

Me estoy refiriendo, claro, a los míticos cuadernos de marcas como Oxford y Antartik.

Debemos reconocer que los cuadernos con bandas de color tienen su utilidad. No sé quién fue el pionero. ¿A quién se le ocurrió esta idea? Quienquiera que fuese, en cualquier caso, sabía muy bien lo que hacía.

El cuaderno cuadrículado Guerrero: la libreta de los espartanos

En el siglo VII antes de Cristo en la Antigua Grecia, la ciudad de Esparta ya era una potencia militar. Me temo que los espartanos aún no conocían ni el bolígrafo Pilot ni los cuadernos Oxford.

Si fuiste al colegio antes de 1985, dudo que en tu mochila portaras un cuaderno de colorines. A ti te tocó, como a mi, luchar en el bando de Esparta. Cargar con el humilde y parco cuaderno Guerrero cuadriculado.

No se puede simplificar más un cuaderno Guerrero si queremos seguir llamándolo libreta. Un par de tapas de cartulina y delgadas hojas de papel cuadriculado atrapadas en el tiempo con un gusanillo metálico es todo lo que puede ofrecernos. Pero ¿acaso necesitamos algo más?

Con suerte, las páginas de nuestro cuaderno Guerrero tenían algo de sangre, una pequeña herida de guerra, esa delgada línea de tinta roja que hacía las veces de margen.

Tebas, un cuaderno para dominarlas a todas

Bajo la hegemonía de Esparta las cosas eran un tanto crudas en las entrañas de las mochilas escolares… ¿Siete asignaturas tenías? Pues siete cuadernos ibas a cagar en tu mochila.

Así las cosas, el peso de la mochila con semejante cantidad de cuadernos, libros de texto, el plumier escolar bolis, lápices y demás artillería era cualquier cosa menos liviano.

Pero llegó la batalla de Leuctra. Y con ella la derrota de Esparta. Tebas había salido victoriosa del conflicto.

Con el flamante cuaderno multiasignatura los tebanos en comparación con los espartanos apenas tenían que cargar peso. Cuatro colores para diferenciar las materias era todo cuanto precisaba el cuaderno para someter a todas las asignaturas.

Y después de abandonar el campo de batalla ¿qué nos queda? Pues, en efecto, al llegar a casa, nos basta con arrancar cuantas hojas hayamos escrito y archivarlas en nuestra maltrecha —y recién salida de la enfermería— carpeta de anillas. Todo pulcro. Todo en orden.

Es posible que si en el mañana arqueólogos excavaran los lugares en que se combatió la guerra de los Cuadernos, encontrasen algunos restos. Podría ser. Mas si lo hicieren, no será en las páginas de nuestro viejo Guerrero donde hallaren esas correciones de típex de cinta que algún día han de poblar las vitrinas de un hipotético Museo de La Papelería. ¿Acaso con típex líquido? Tal vez. Pero es más probable, en todo caso, que un simple rayajo sea lo que tache tales faltas. No íbamos a esperar menos de los espartanos.

Lo que es seguro es que en algún remoto lugar, posiblemente al fondo de un armario maletero, enterrados en polvo, descansan nuestros viejos Guerreros; los espartanos cuadernos cuadriculados.