Como siempre las hemos tenido ahí, rara vez nos paramos a pensar en lo realmente útiles que son las pinzas de oficina. Pero ¿qué usaban en el pasado para agrupar y sujetar papeles entre sí?
Las pinzas, también llamadas broches aprietapapeles, fueron inventadas en Washington, EE.UU., en el año 1911. Su inventor, Louis E. Baltzley, las creó para su padre, que, curiosamente, también era inventor y necesitaba un útil para agrupar y organizar sus documentos.
En la actualidad, sin duda las pinzas, junto con el resto de pequeños materiales de oficina tales como clips o grapas, ocupan un lugar importante en la lista de productos de papelería más vendidos.

Pero ¿qué usábamos antes de las pinzas de oficina?
En la era prepinza, aunque parezca mentira, para mantener juntos los folios había que llevar a cabo un laborioso proceso. Primero, había que perforar los documentos con algún tipo de útil y, posteriormente, coserlos con ayuda de agujas y algún tipo de hilo o cuerda resistente.
Además de resultar una tarea muy espinosa, este sistema tenía un grave inconveniente: no se puede deshacer el fajo de papeles, imposible añadir o quitar hojas.
En 1911 aún faltaban 13 años para que llegará la mítica grapadora italiana Zenith 548, así que, sin pinzas ni grapas… ¿Qué habría de hacer el padre de Baltzley si quisiere añadir un manuscrito a algún atadillo de su colección? Pues descoser, perforar el nuevo folio y recoser otra vez el bloque. Nada menos que eso.
De tal manera que el hijo de Baltzley, que sin duda debío empalidecer al observar semejante receta, decidió echarle un cable. Y así se inventó la primera pinza de oficina con un diseño similar al actual.
¿Cómo funciona una pinza de oficina?
El diseño de la pinza de oficina actual depende de solo dos elementos. Por un lado, una chapa plegada y, por otro, un hilo de alambre.
La chapa de acero se pliega en forma de triangulo, con sus extremos curvados en forma de cilindro y dejando en su interior una ranura. Este bucle permite introducir unas manecillas de alambre en su cavidad.
Las palancas de alambre deforman la chapa metálica, lo que somete al acero a tensión, dado que este intenta recuperar su posición inicial. En la abertura creada se introduce entonces el papel. Los bordes en forma de bucle de la pinza presionan los folios con fuerza y evitan que se separen.
Por cierto, una vez sujetas las hojas, las manecillas se pueden plegar hacia dentro o incluso retirarlas, para que ocupen menos espacio.
Aunque el principio de funcionamiento es bastante sencillo, este ha ido evolucionando a lo largo del siglo XX, hasta llegar al actual.